Este mes se cumple un nuevo aniversario del primer empréstito patrio.
El 1 de julio de 1824, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, con la colaboración de su Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia, gestionó ante la Baring Brothers un empréstito por 1 millón de libras esterlinas para realizar obras portuarias y de urbanización.
Si bien ellos fueron los objetivos manifiestos el monto acreditado buscó, por un lado, financiar el conflicto bélico con Brasil (1825-1828) y, por otro, cumplir con uno de los requisitos para el reconocimiento de la independencia argentina por parte del Imperio Británico con la firma del “Tratado de Amistad, Libre Comercio y Navegación”.
La comisión que contrajo el empréstito estuvo integrada por John y William Parish Robertson -quienes ocuparon cargos en el gobierno británico-, Félix Castro, Braulio Costa, Miguel Riglos y Juan Pablo Sáenz Valiente; todos integrantes de la burguesía comercial anglo-porteña. Como protagonistas del suceso “de ambos lados del mostrador”, sostenían que la vinculación argentina con acreedores internacionales permitiría el progreso del país, haciendo que se avanzara desde el atraso heredado de la colonización y conquista española hacia la modernidad que representaba la Inglaterra de la “Revolución Industrial”. La historia demostraría el carácter falaz de dicho argumento.
El empréstito fue finalmente saldado a principios del siglo XX. Tomando en cuenta el monto inicial recibido (cercano a las 550.000 libras esterlinas), al haberse pagado cerca de 4.800.000 libras esterlinas, se devolvió casi cinco veces el monto nominal inicial y cerca de 8,64 veces el monto recibido. Así, la deuda externa se convirtió, desde un principio, en uno de los principales condicionantes del desarrollo nacional y en un obstáculo importante para la toma de decisiones políticas autónomas por parte de los gobiernos argentinos.